Vamos a buscar un tesoro

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A: Janosch   I: Janosch   E: Kalandraka, 2013 (1ªE: Beltz&Gelberg, in der Verlagsgruppe Beltz, Weinheim Basel, 1979)

Hemos vuelto a invitar a KIRIAKIbooks a pequeños oso y a pequeño tigre, los entrañables protagonistas de una serie de álbumes de Janosch.

Nos encanta esa inocente candidez con que estos dos personajes se enfrentan a una de las grandes cuestiones: la búsqueda de la felicidad. Ya en “Qué bonito es Panamá” vimos cómo estos dos inseparables amigos buscaban con insistencia ese lugar en el que serían finalmente felices (KIRIAKIbooks 07.04.2013).

En esta ocasión los dos cachorros salvajes pretenden hacerse ricos para lograr su tan ansiada felicidad, ya que teniendo mucho dinero (todo el dinero que puedan soñar) podrían comprar sus manjares favoritos, podrían renovar su balsa hinchable, hacerse con un balancín, lucir elegantes trajes de verano…en fin, conseguir todo lo mucho que necesitan para ser felices.

Y así, con ese sencillo cometido de hacerse ricos lo antes posible, comienzan a caminar en busca de un tesoro (nada de ponerse duramente a trabajar para ganarse el dinero con esfuerzo, no, eso sólo lo pensamos los adultos como plan B, a la vista de que no encontramos el tesoro…). Los dos animalillos feroces prueban a excavar en varios sitios y buscan tesoros sumergidos bajo el mar hasta que, tras un breve cameo de varios curiosos personajes (el topo el león, la gallina, el desagradable dominguero codicioso…), encuentran el árbol de las manzanas de oro: ¡la solución a todos sus problemas!, ¡la posibilidad de adquirir todos sus anhelos!, ¡LA FELICIDAD!

Pero claro, la historia es de Janosch. No puede acabar aquí. Dueños ahora de este inmenso tesoro comienzan las suspicacias entre las dos pequeñas bestias, temerosos de perder su parte. Se topan con los banqueros (primer engaño) y, algo más adelante, con hacienda (segundo engaño) hasta que finalmente son sorprendidos por un ladrón (tercer y definitivo golpe que acaba con su frugal fortuna).

Como no podía ser de otra forma, llegan a la conclusión de que sin dinero volverán a comer coliflor de la huerta, como todos los días, y comprenderán cómo es esto precisamente lo que les permitirá seguir siendo felices.

Genial para los pequeños pedigüeños.